29/1/10

Ío


Ío es la luna galileana más cercana a Júpiter. Recibe su nombre de Ío, una de las muchas doncellas con las que Zeus se encaprichó en la mitología griega. Fue descubierta por Galileo Galilei en 1610 y recibió inicialmente el nombre de Jupiter I como primer satélite de Júpiter.
Con más de 400 volcanes activos, es el objeto más activo geológicamente del Sistema Solar. Esta actividad tan elevada se debe al calentamiento por marea, que es la respuesta a la disipación de enormes cantidades de energía proveniente de la fricción provocada en el interior del satélite. Varios volcanes producen plumas de sulfuro y dióxido de sulfuro, que se elevan hasta los 500 km. Su superficie también posee más de 100 montañas que han sido levantadas por la extrema compresión en la base de la corteza de silicato del satélite. Algunas de estas montañas son más altas que el Monte Everest.
A diferencia de la mayoría de los satélites externos del Sistema Solar, que se encuentran cubiertos de gruesas capas de hielo, Ío está compuesto principalmente de roca de silicato rodeando un núcleo de hierro derretido.
Ío jugó un papel importante en el desarrollo de la astronomía durante los siglos XVII y XVIII, ayudando a la adopción del modelo de Copérnico del Sistema Solar y de las Leyes de Kepler del movimiento planetario. La primera medición de la velocidad de la luz, realizada por Ole Rømer, fue hecha midiendo el periodo de rotación de Ío.
Ío podría tener una fina atmósfera compuesta de dióxido de azufre y algunos otros gases. A diferencia de los demás satélites galileanos, carece casi por completo de agua. Esto es, probablemente, debido a que en la formación de los satélites galileanos, Júpiter estaba tan caliente que no permitió condensar los elementos más volátiles en la región cercana al planeta. Sin embargo, estos elementos sí pudieron condensarse más lejos, dando lugar a los demás satélites, que muestran una importante presencia de hielo.